Eduardo Galeano
El Fútbol a Sol Y Sombra
Era un deporte que no exigía dinero y se podía jugar sin nada más que las puras ganas.
Los bailarines dibujaban filigranas, floreándose en una sola baldosa, y los futbolistas inventaban su lenguaje en el minúsculo espacio donde la pelota no era pateada sino retenida y poseída, como si los pies fueran manos trenzando el cuero.
Y en los pies de los primeros virtuosos criollos, nació el toque: la pelota tocada como si fuera guitarra, fuente de música.
Y así nacía el fútbol más hermoso del mundo, hecho de quiebres de cintura, ondulaciones de cuerpo y vuelos de piernas que venían de la capoeira, danza guerrera de los esclavos negros, y de los bailongos alegres de los arrabales de las grandes ciudades.
En 1915, la democratización del fútbol arrancaba quejas a la revista Sports, de Río de Janeiro: «Los que tenemos una posición en la sociedad estamos obligados a jugar con un obrero, con un chofer... La práctica del deporte se está convirtiendo en un suplicio, un sacrificio, nunca una diversión».
En 1916, en el primer campeonato sudamericano, Uruguay goleó a Chile 4 a 0. Al día siguiente, la delegación chilena exigió la anulación del partido, «porque Uruguay alineó a dos africanos». Eran los jugadores Isabelino Gradín y Juan Delgado. Gradín había cometido dos de los cuatro goles.
Uruguay era, en aquel entonces, el único país del mundo que tenía jugadores negros en la selección nacional.
Lo llamaban el Divino. Durante veinte años, fue el mejor arquero del mundo.
Friedenreich sumó 1.329. Pelé, 1.279. Este mulato de ojos verdes fundó el modo brasileño de jugar.
la pelota es la única varita mágica en la que puede creer.
Los autores de aquellos milagros del 24 y del 28 eran obreros y bohemios que no recibían del fútbol nada más que la pura felicidad de jugar.
Ellos preferían inventar un fútbol de pelota cortita y al pie, con relampagueantes cambios de ritmo y fintas a la carrera.
Aquel fútbol uruguayo de las Olimpíadas del 24 y del 28, que después ganó los Mundiales del 30 y del 50, fue posible, en gran medida, gracias a una política oficial de impulso a la educación física, que había abierto campos de deportes en todo el país.
Por homenaje o ironía, aquella rareza se llamó gol olímpico. Y todavía se llama así, las pocas veces que ocurre.
José Nasazzi, capitán de las selecciones uruguayas del 24, del 28 y del 30, fue el primer caudillo del fútbol uruguayo.